… Efectivamente, las hojas no son siempre verdes ni las olas siempre azules; mejor dicho y hablando con rigor, en la naturaleza no hay ni verde, ni azul, ni rojo: el color auténtico de las cosas es un color sin nombre. Según el ánimo del espectador, según la época del año, la hora del día, el juego de la luz, ese color, esos colores, se modula infinitamente y permiten al poeta y al pintor el uso de una inventiva infinita mientras aparentan imitar. El artista vulgar no conoce estas sutilezas: los árboles son verdes, ¡pronto, venga un verde bonito! El cielo es azul, pues ¡VENGA un azul! SAINTE-BEUVE



