Cuando pintamos en sumi-é todo está dentro y fuera. No hay límites ni blanco ni negro. Todo está ahí… lo que pintamos y lo que no pintamos, lo que se ve con los ojos y lo que sentimos con el corazón.
En la pintura de las montañas es especialmente importante la fluidez y compenetración entre el río y la propia montaña.
En «Sutra de las montañas y los ríos»de Dogen, habla de que las montañas fluyen y se distinguen del río. Pero la montaña es el río porque en el campo del vacío, donde montañas y río se conjugan recíprocamente, la montaña fluye. La cumbre del agua son las montañas y el agua baila en todas las direcciones.

No hay límites entre el río y la montaña, entre lo negro pintado y lo blanco del vacío. ¿Lo veis?
Escribe Byung-Chul Han en su libro «Filosofía del budismo zen» : lo monocromo del vacío mata los colores que se aferran a si mismos. Pero esta muerte los vivifica a la vez. Ganan en amplitud y profundidad o en silencio. Lo blanco o el vacío es el invisible espacio de respiración de los colores o las formas. Así, el vacío es forma. El vacío impide que el individuo se aferre a sí mismo y fluya. Es una afirmación suprema del Ser.
Al igual que los monjes, los sabios que viven en las montañas se ejercitan para ser montañosos y que asuman el aspecto de la montaña para igualarse entre sí….. el pintar a sumi-é consiste en sentirse montaña, pájaro, ciruelo o lo que vivas en ese momento.
Y el pincel fluye sobre el papel interactuando lo negro de la tinta con sus espacios blancos porque todo es nada y nadie es Ser.


Gracias por estar ahí y hasta pronto!!